La falta y el exceso. En torno al uso de archivos en tres películas de Carolina Astudillo

Gustavo Galuppo Alives //

La escritura como visibilización u ocultamiento de los cuerpos, y con los cuerpos sus historias, sus esperas, sus cansancios y sus euforias. Escritura o borradura. Escritura y borradura. El gesto es el mismo, un acto de prestidigitación: la marca de la inscripción exige el sacrificio en una borradura, al unísono. Escribir, entonces, para borrar, o escribir sin poder dejar de borrar o, cuanto menos, sin poder dejar de no-escribir. Tal la magnitud de la discordia. Escribir algo para no escribir el resto, pero a costa de que ese resto suspendido en lo ya no-escrito no deje de manifestarse en lo efectivamente escrito, de un modo o de otro, como inscripción inmaterial de la borradura: una huella, a la espera del destiempo de otra escena de lectura que la redima. Pero entonces, en este juego escénico de inscripciones y veladuras, ¿quién escribe?, ¿quién borra?, y ¿qué escribe y qué no-escribe quien produce la inscripción avalado por la Ley del archivo? Y además, por otra parte, las preguntas de siempre: ¿para quién?, ¿contra quién? La Ley del archivo exige una desobediencia para retomar la Historia.

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El cine de Carolina Astudillo da cuentas de esa escena que pone en relación a los cuerpos con la Ley (del archivo). De los cuerpos y de la escritura-borradura de esos cuerpos. Cuerpos, siempre, de mujeres: Clara (El gran vuelo, 2014), Ainhoa (Yo no soy esa, 2018) y Soledad (Canción para una dama en la sombra, 2022). Tres mujeres cuyas historias se juegan en el intersticio indecidible entre la escritura y la borradura del archivo. Clara es la siempre no-escrita, la siempre borrada en una continua no-escritura de la historia; ni palabras ni imágenes que hayan pasado el test de los Arcontes para ser incorporadas al museo de la Historia. Ainhoa, por su parte, es la sobresaturada de escritura, propia y ajena, la dividida entre una proliferación infernal de palabras escritas (diarios, su diario) y de imágenes inscriptas (home movies), pero haciendo de esa diabólica saturación, forzada también por el cliché que debe interpretar como mujer en ese contexto, una borradura tenaz dada en el exceso. Finalmente Soledad, la destinataria invisible de las cartas de su hombre llevado al exilio y a la muerte segura durante la Guerra Civil española; ella es la que en su espera (activa) da forma a la constante escena de la lectura, ya que sólo se conservan las cartas del varón, atesoradas por ella, seguramente; ella, que es siempre escrita en la distancia por el otro sin que pueda darse/conservarse su propia escritura, mantenida por ende en la ausencia de una constante borradura.

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Las tres películas de Carolina Astudillo giran en torno a la existencia/inexistencia de archivos (textos, diarios, cartas, fotos, videos). Se reconstruyen las historias de estas tres mujeres en una nueva “escritura” que debe desplazarse a la superficie legible desde el agujero soberano de la borradura o de la no-escritura. Un desafío a la Ley del archivo. Volver a darles cuerpo y palabra, hurgar en lo desescrito para encontrar las huellas de lo borrado, de lo que ha sido expulsado de la Historia pero que, sin embargo, no deja de escribirse con constancia, a la espera siempre de ser leído en el destiempo de otra mirada. La falta (en Clara y Soledad) o el exceso (en Ainhoa), son formas simétricas de la invisibilización histórica, y configuran, en estas tres películas sobre estas tres mujeres, la respuesta evidente a las preguntas planteadas: ¿quién escribe?, ¿quién borra?, ¿para quién?, ¿contra quién?

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Clara Pueyo Jurnet, militante del Partido Comunista que en 1943 escapa de la prisión española de Les Corts por la puerta principal y desaparece. Ainhoa Mata, joven española suicidada en la España de los 90. Soledad/Penélope, esposa de Armand (hermano de Clara), quien se alista en el ejército al comenzar la guerra civil y que ya no regresará, manteniendo una profusa correspondencia durante unos cuatro años hasta desaparecer. ¿Qué archivos dan cuentas de esas vidas? ¿Qué imágenes? ¿Qué escrituras? ¿Qué es lo que produce el encuentro de esos cuerpos y de esas vidas con la Ley del Archivo? Ausencia por falta o saturación; en todo caso, siempre, borradura o no-escritura. Afán de inexistencia.

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El gran vuelo, Ainhoa. Yo no soy esa, y Canción para una mujer en la sombra, construyen minuciosamente desde el uso de diversos archivos/huellas la superficie de consistencia en la cual esas tres mujeres puedan encontrar, ahora y por fin, el pulso de la propia escritura y de la propia imagen trasvasada en la mirada gentil de Astudillo. Pero sobre todo y ante todo, para finalmente instaurarlas, como lectura de lo siempre no-escrito,  en la irrupción de “ellas mismas” como fuerza histórica entre los recovecos del museo de los vencedores.

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